¿Alguna vez te has preguntado si el dolor puede dar placer sexual? Seguramente la respuesta sea sí. De hecho, dar alguna cachetada en las nalgas a la pareja es algo más frecuente de lo que puede parecer y seguro que tú, en más de una ocasión, te has dejado llevar por tus instintos y lo has hecho. Has de saber, como dato curioso, que los gringos tienen un término para referirse a estos azotes, el cual no es otro que ‘spank’. Por supuesto, seguro que algún mordisco se te ha escapado alguna vez también. Pero, ¿por qué pasa esto?
La línea que separa el placer del dolor es muy estrecha tal y como dicen muchos científicos pues ambas sensaciones se producen en la misma zona del cerebro, activan el mismo circuito cerebral y liberan dopamina, una sustancia que produce un efecto muy similar al de algunas drogas y que conduce a una sensación de placer y bienestar muy intenso.
El dolor en sí mismo no produce adicción pero sí lo produce la sensación de librarse de él. De hecho, el sadomasoquismo es una de las parafilias, es decir, una de las conductas sexuales más comunes y se basa precisamente en eso, en obtener placer a través del dolor. Eso sí, siempre de forma controlada y en unos niveles soportables. Que el látigo y la fusta pueden hacer mucho daño.
Suele pasar también que aquellos que practican el sadomasoquismo tienen un umbral de dolor bastante más alto que el resto de los mortales por lo que, habitualmente, necesitan castigos físicos más severos para sentir algo. Claro está que, después, el placer sexual es mucho más alto. Y, según relatan aquellos a los que les gusta pasar el umbral de las nalgadas, los orgasmos son espectaculares.
En definitiva, como has podido ver, placer y dolor van de la mano en la mayor parte de las ocasiones. Sin embargo, tampoco es recomendable pasarse mucho de la raya si no se tiene práctica en este arte. Sin lugar a dudas, una parafilia que, en pequeñas dosis, puede resultar muy agradable pero que, como base fundamental del sexo, no es apta para todos los públicos.